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DAUBENHORN, EL GIGANTE DE HIERRO

Llega de nuevo verano y la resaca de la pandemia todavía está presente en nosotros. Queríamos ir lejos y conocer algún país más de los acabados en “Stan”, Pakistán era el sueño; pero cuando empezamos a mirar el qué, el cómo y el por qué finalmente decidimos que nos quedaríamos en Europa. Y es que el continente europeo está lleno de montañas que todavía no hemos pisado, ni caminado ni escalado. Así que pusimos rumbo a Eslovenia, donde subimos al Triglav y descubrimos unas cuantas vías de escalada y algunas ferratas. El país no encantó, pero de eso ya hablaremos en otro post.

camino aéreo de las paredes del Dabenhorn y al fondo las montañas

Camino al Daubenhorn

Unos días más tarde, y de camino a Suiza hicimos una parada a la zona del Valle de Gran Paradiso, lugar que nos enamoró el verano de 2020, después Francia con una visita exprés en Chamonix donde nos pudimos reencontrar con David con quién estuvimos charlando, recordando batallitas y reemprender la idea de irnos al Daubenhorn (Suiza) que nos quedó pendiente el año pasado.

Este año, servidora, me veía con las fuerzas y la capacidad mental de afrontar los mil metros de desnivel de paret que hay desde el teleférico hasta la cima del Daubenhorn (2942m). Después de comentar la jugada con Xevi, pusimos rumbo a Leukerbad, un pequeño pueblo de la zona de Valais desde donde emprenderíamos nuestra hazaña.

El Daubenhorn es la ferrata más larga de Suiza, y dicen las malas lenguas, que también la más dura. Mil metros de desnivel, 216 metros de escaleras verticales, más de 2000 metros de cable, una cueva de 100 metros de longitud, varios extraplomos y unas 7-8 horas de recorrido hasta volver a coger el teleférico de Gemmi y volver hasta la furgo.

Escalera de la ferrata

Escaleras de la vía ferrata

Llegamos a Leukerbad el día antes, buscamos un lugar para pernoctar con nuestra furgoneta y el día siguiente cogimos el primer teleférico que sube hasta Gemmi (2300metros).

Bajamos del teleférico y emprendimos sendero abajo, lleno de zigs-zags, hasta el inicio de la vía ferrata, que está señalizada con un gran cartel. Allí era un buen sitio para equiparnos y pocos minutos más tarde ya estábamos grimpando por la pared. Por delante nos esperaba una larga jornada, llena de emociones, de esfuerzo, de unas vistas impresionantes hacia el valle de Leukerbad.

La vía se divide básicamente en dos tramos, un primero que empieza con una travesía hasta llegar a unas murallas de paredes infinitas, aquí es donde se empieza a grimpar; son pasos atléticos, las presas son las mismas rocas, todavía no hay mucho hierro. Al poco rato empiezan los tramos de escaleras. Algunos más cortos y algunos más largos que hasta encontramos una plataforma  para descansar debajo de una gran bandera suiza colgada en la pared.

Vamos subiendo, es impresionante la verticalidad de la vía, y finalmente llegamos a unas fajas, donde recobramos un poco las fuerzas y seguimos adelante.

En las fajas

Aquí es un buen sitio si ya se llega sin fuerzas para volver, hay una vía de escape que nos llevará de nuevo a Leukerbad.

Nosotros seguimos, estamos bien de fuerzas, se notan los días que hemos estado escalando y haciendo ferratas en Eslovenia.

Seguimos avanzando por una canal ancha equipada con clavijas, la vía cada vez es más aérea. Estos tramos de clavijas son largos, con unos flanqueos bastante expuestos, otros tramos muy verticales e intentamos avanzar sin desgastarnos. Llegamos a un puente tibetano, de unos 25 metros, lo pasamos y seguimos pared arriba. Si una palabra define el Daubenhorn es verticalidad.

Vistas desde el puente tibetano a Leukerbad

Puente tibetano

Llegamos a la cueva, 100 metros equipados, con dos variantes, una difícil y la otra muy difícil…y allí es donde nos aventuramos, nos sentimos bien. El tramo inicia con un pequeño desplome, un puente con travesas de madera y una salida extraplomada que pondran a prueba nuestras fuerzas y salimos ganadores.

En la cueva

Cuando salimos de la cueva encontramos más escaleras, más pasos llenos de clavijas, resaltos desplomados, más escaleras, un camino equipado, un cuello y una cresta que nos llevará, ahora sí, hasta una última escalera. Esta es larga y nos machaca un poco las fuerzas que ya es van acabando después de 5 horas ferreteando, ¿la emoción? Que casi estamos a la cima del Dabenhorn. Llegamos, unas fotos rápidas para el recuerdo y emprendemos el camino de vuelta hasta Gemmi.

Subiendo los últimos tramos de escaleras

Cogemos un sendero, bien marcado, que nos lleva hasta un glaciar que se puede cruzar sin mucha dificultad, no hacen falta ni crampones ni piolet. Una vez ya hemos pasado el glaciar seguimos el sendero que rápidamente nos hace perder altura. El cansancio hace que los últimos tramos de la bajada se hagan interminables para llegar hasta el valle, allí seguimos por el lado del río hasta llegar al teleférico.

Son las cinco de la tarde y la felicidad brilla en nuestros ojos, hemos superado los mil metros de desnivel de una vía ferrata explosiva en todos sus sentidos.

Vistas a las montañas desde la cima del Daudenhorn

Cima del Daubenhorn con vistas al glaciar

 

 

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